Medicina Veterinaria y Fauna 3. Salud Pública: zoonosis silvestres

El número de enfermedades zoonóticas que tienen como reservorio a los animales silvestres es apabullante y está en continuo crecimiento. Las enfermedades infecciosas emergentes (EIE) constituyen una carga significativa para la economía global y la salud pública. Autor: Pablo M. Beldoménico. Facultad de Ciencias Veterinarias – Universidad Nacional del Litoral. CONICET

La mayor parte (60,3%) de las EIE son zoonosis y la mayoría de éstas (71,8%) se originan en animales silvestres. Las amenazas de pandemia anteriores a la actual por el virus de Influenza tipo A H1N1, tuvieron a los animales silvestres como principales actores (Virus del Oeste del Nilo, SARS, influenza aviar). Por ende, el estudio de la dinámica y distribución de patógenos en la fauna interesa a la salud pública, ya que la identificación de los factores que incrementan la exposición a patógenos de potencial zoonótico resulta esencial para elucidar la epidemiología de estas enfermedades.

Se reconoce en general que el HIV, virus causal de la última pandemia que todavía azota a la humanidad, tuvo sus orígenes en los SIVs (virus de la inmunodeficiencia de los simios) circulantes en poblaciones de primates no humanos africanos. Otras dos recientes amenazas de pandemia también tienen a los animales silvestres como principales actores. El síndrome respiratorio agudo severo (SARS) apareció en el sur de China a fines de 2002 y amenazó con propagarse a nivel mundial causando alarma generalizada. Estudios epidemiológicos demostraron que el reservorio natural del virus eran murciélagos del Género Rhinolopus. Afortunadamente la epidemia no cobró proporciones de pandemia, pero la enfermedad se esparció por 29 países, afectando a 8098 personas y matando a 774.

Una enfermedad emergente con reservorio silvestre que cobró gran importancia a fines del siglo pasado es la borreliosis de Lyme. La enfermedad de Lyme fue reconocida por primera vez en los Estados Unidos en 1975, luego de un misterioso brote de artritis cerca de la localidad de Lyme, Connecticut. La enfermedad es ahora conocida como la más prevalente entre las transmitidas por vectores artrópodos en EEUU y Europa. El agente etiológico, la espiroqueta Borrelia burgdorferi, circula entre sus hospederos naturales, los roedores sigmodontinos de la especie Peromyscus leucopus y, accidentalmente, infecta a humanos cuando son picados por garrapatas del complejo de Ixodes ricinus. La emergencia de esta enfermedad se debió en gran parte a que la densidad de estos roedores se incrementó en gran medida como resultado de la dramática declinación de las poblaciones de sus especies depredadoras. Esto llevó no sólo a la aparición de la borreliosis de Lyme. A ésta le siguieron un número de enfermedades emergentes: anaplasmosis granulocítica, la babesiosis humana, la bartonellosis y un nuevo Hanta virus.

Otra zoonosis silvestre que causó alarma en América del Norte fue el ‘West Nile Virus’ (virus del Nilo occidental), un flavivirus del Viejo Mundo, que fue por primera vez documentado en América en agosto de 1999 en la ciudad de Nueva York. La que documentó su existencia fue una veterinaria del zoológico del Bronx, la Dra. Tracy McNamara, quien determinó que una mortandad inusual de varias especies debido a encefalitis podría deberse a la circulación de un nuevo agente patógeno. Éste es un claro ejemplo de cómo los animales silvestres pueden ser centinelas para la salud pública. Los principales vectores del virus son mosquitos ornitofílicos (Culex spp.) y su reservorio son aves. Se propone que especies de aves migratorias fueron las que introdujeron el virus desde el hemisferio oriental y aves locales lo padecieron y amplificaron. Desde los primeros episodios, se lleva a cabo en EEUU una estricta vigilancia epidemiológica en poblaciones de cuervos americanos (Corvus brachyrynchos) y otras aves susceptibles, las que actúan a modo de centinelas para prevenir nuevos brotes de la enfermedad. A pesar de estas medidas, en dos años la enfermedad se propagó por toda Norteamérica y ya en el año 2005 había evidencia de exposición al virus en Trinidad y Tobago y Colombia. En abril de 2006 la enfermedad fue documentada por primera vez en Argentina.

En Argentina, las zoonosis silvestres son numerosas. El síndrome pulmonar por virus Hanta, la fiebre hemorrágica Argentina y la leptospirosis son importantes enfermedades transmitidas por roedores silvestres que han sido reconocidas por mucho tiempo. Hace dos años que la circulación de fiebre amarilla en Misiones y regiones lindantes está siendo alertada por monos carayá (Alouatta spp.), excelentes centinelas de la enfermedad. Sin embargo, aspectos relacionados con la ecoepidemiología de estas enfermedades han sido muy poco estudiados. Otra enfermedad de mucha importancia para nuestra región, que afecta a millones de personas en áreas endémicas, es el mal de Chagas. Su agente etiológico, el Trypanosoma cruzi, sobrevive y se propaga en la naturaleza en un ciclo silvestre que involucra a pequeños mamíferos. Increíblemente, a casi 100 años del descubrimiento del mal, la ecología de esta enfermedad está lejos de ser dilucidada. Muchas otras enfermedades zoonóticas de gran importancia en Argentina tienen componentes silvestres en sus ciclos (por ej., hidatidosis, trichinelosis, psitacosis, rabia, etc.), pero la investigación científica sobre su ecología/epidemiología en la fauna es alarmantemente escasa.

Por ser la disciplina abocada a la salud animal, las Ciencias Veterinarias han de cumplir un rol preponderante en la dilucidación y control de estos problemas para la salud pública.

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