Medicina Veterinaria y Fauna 1. El surgimiento de un nuevo nicho para la profesión.

Introducción: La medicina veterinaria surgió como resultado de los procesos de domesticación, los que tuvieron sus inicios en la prehistoria. Antiquísimos escritos chinos, que datan del año 2500 A.C., describen enfermedades en equinos y bueyes. Obras de arte hindú de hace más de 4000 años ilustran a personas cuidando caballos y elefantes. Autor: Pablo M. Beldomenico. Facultad de Ciencias Veterinarias – Universidad Nacional del Litoral. Global Health Programs – Wildlife Conservation Society.

La domesticación de animales se volvía una tecnología indispensable para las civilizaciones, que cada vez más, dependían de éstos para alimentarse, trabajar y transportarse. De este estrecho vínculo surgió la necesidad de desarrollar conocimiento sobre el cuidado y la salud de los animales, con lo cual emergió un nuevo nicho laboral. Esta estrecha relación con la domesticación (ver definiciones en el apartado final) determinó que la medicina veterinaria se vincule, aún en la actualidad, principalmente con los animales domésticos.

Con el paso de las décadas, la medicina veterinaria ha evolucionado en gran medida, pero mantuvo siempre el mismo objeto de conocimiento, su jurisdicción irrevocable: la salud animal. Siendo el área en la que casi con exclusividad lideró la generación de conocimiento, la salud animal resume la injerencia de las ciencias veterinarias. En la estricta definición científica del término, ‘animal’ incluye a organismos de la totalidad del Reino, desde las esponjas hasta el Homo sapiens. Sin embargo, por los intereses históricos ya descriptos arriba, el foco de atención de las ciencias veterinarias se ha circunscripto a vertebrados no-humanos, y muy especialmente a las especies domésticas.

No obstante, los aspectos de salud animal cada vez con mayor frecuencia se trasladan a la fauna, interesando a los cuatro pilares sobre los que se sustenta la medicina veterinaria: el bienestar animal, la producción animal, la salud pública, y la conservación del ambiente (Beldomenico 2006). Esta necesidad de abordar aspectos de salud en animales silvestres necesita de una respuesta apropiada por parte de las ciencias veterinarias, que cuenta con la capacidad de estudiar fenómenos de salud y enfermedad en animales, desarrollada por siglos de experiencia. Es responsabilidad de los veterinarios que se construya este nicho profesional de la mejor manera.

Pilar 1: Bienestar animal – animales de compañía no tradicionales

Por varias décadas la práctica de medicina en animales silvestres se restringió a los parques zoológicos. En la actualidad, sin embargo, los animales de compañía se han diversificado ampliamente. Hace escasos años, sólo teníamos en nuestros hogares a especies domésticas, pero es notable el incremento del uso de especies no tradicionales como animales de compañía. Esto supone un gran desafío para el clínico y cirujano, ya que además de enfrentarse con anatomías y fisiologías poco conocidas, en la mayoría de los casos se trata de especies que no han pasado por un proceso de selección artificial, por lo que no están preparadas para vivir en cautividad. El veterinario clínico de animales no-tradicionales debe además conocer la legislación vigente, que prohíbe la tenencia domiciliaria de ciertas especies, y debe desalentar el uso como mascotas de especies que tengan problemas de conservación, o que no provengan de criaderos habilitados (lo que está prohibido por la resolución nº 513/07 de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable), o que no se adapten fácilmente al cautiverio. Aquí el rol educador del veterinario es fundamental. El caso de nuestra tortuga de tierra (Chelonoides chilensis), quizás la especie no-tradicional más difundida en los hogares argentinos, sirve como ejemplo para ilustrar parte de la problemática de la tenencia de mascotas no tradicionales. La tortuga aparenta adaptarse fácilmente al cautiverio y a la vida en el jardín, y puede resultar una buena opción para aquellos que prefieren una compañía silenciosa y de poca demanda. Sin embargo, quien sale en busca de una tortuga casi siempre ignora que en el país no existen criaderos reales de esta especie, que por consiguiente son extraídas de la naturaleza para su comercialización (lo que está prohibido por la resolución 513/07 arriba mencionada), y que la especie está en franco retroceso numérico y su extracción puede ponerla aún en mayor peligro (Chebez 1994).

Este boom de las mal llamadas mascotas “exóticas” constituye un negocio multimillonario y está sustentado en un tráfico legal e ilegal de fauna, que también debería ser ocupación de los servicios veterinarios oficiales, ya que la difusión de enfermedades infecciosas y parasitarias por esta vía es de alto riesgo (Karesh et al. 2005). Como ejemplo, el temido virus de influenza aviar altamente patogénico H5N1 entró en el aeropuerto de Bélgica en el 2005 portado por un águila tailandesa que estaba siendo contrabandeada dentro de un tubo (Van Borm et al. 2005) y más tarde, ese mismo año, se produjo un hallazgo similar en el Reino Unido, con un envío de aves canoras destinadas al mercado de mascotas (Alexander 2007).

A la profesión le cabe una gran responsabilidad para que el crecimiento de esta tendencia cuente con la guía y el control necesarios, asegurando el bienestar de los animales y de sus dueños y minimizando los riesgos para las poblaciones silvestres, la salud pública y los animales domésticos.

Pilar 2: Producción animal – reservorios silvestres y alternativas productivas

En ocasiones, los animales silvestres tienen el potencial de ser fuente de enfermedades para los animales domésticos. Estas enfermedades pueden ser propias de la especie silvestre en cuestión o pueden tener su origen en especies domésticas y haberse establecido en algunas poblaciones silvestres. Un ejemplo autóctono del primer caso es la rabia paresiante transmitida a los bovinos por el vampiro Desmodus rotundus en el noreste de nuestro país. Para establecer ejemplos locales del segundo caso hace falta investigar más la epidemiología de enfermedades a nivel de la interfase doméstico-silvestre. Los ejemplos a nivel mundial son muchos (por ej., el tejón como reservorio de Mycobacterium bovis en Gran Bretaña) y serán abordados en la segunda entrega de esta serie. Para cada caso particular, el veterinario debe conocer cuál es el rol real de la fauna en la epidemiología de las enfermedades de los animales domésticos y de esta manera determinar la mejor intervención a nivel de la interfase doméstico-silvestre.

Por otro lado, están en creciente auge las producciones alternativas y el uso sustentable de recursos faunísticos. El esencial rol que el veterinario cumple en este campo también se debatirá en la segunda entrega.

Pilar 3: Salud pública – zoonosis silvestres

El número de enfermedades zoonóticas que tienen como reservorio a los animales silvestres es apabullante y está en continuo crecimiento (Childs 2004,Kruse et al. 2004). Más del 70% de las enfermedades emergentes zoonóticas que surgieron desde 1940 tienen su origen en la fauna (Jones et al. 2008). Se reconoce en general que el HIV, virus causal de la última pandemia que todavía azota a la humanidad, tuvo sus orígenes en el SIV (virus de la inmunodeficiencia de los simios) circulantes en poblaciones de primates no humanos africanos (Apetrei et al. 2004). Las últimas dos amenazas de pandemia (el SARS y la influenza aviar), también tienen su origen en especies silvestres (Li et al. 2005,Normile 2006). Por ende, la salud de animales silvestres es importante para la salud pública, y la salud pública veterinaria tiene el rol de estudiar la ocurrencia de patógenos zoonóticos en sus reservorios naturales. En una tercera entrega analizaremos este aspecto y el rol que le cabe a las ciencias veterinarias como disciplina que entiende sobre los aspectos de salud en los animales.

Pilar 4: Salud y conservación de biodiversidad

Luego de varias décadas de desatención, los patógenos han sido reconocidos recientemente como importantes para la dinámica poblacional de animales silvestres (Hudson et al. 1998, Tompkins & Begon 1999, Beldomenico et al. 2008). Por ende, el estudio de enfermedades infecciosas y parasitarias en poblaciones silvestres es de relevancia para la conservación de biodiversidad. Si bien en poblaciones silvestres las enfermedades, en muchos casos, constituirían un fenómeno natural, necesario para la regulación de poblaciones animales y la salud del ecosistema, la actividad humana puede hacer que estas enfermedades u otras antropogénicas sean una de las causas de la retracción/extinción de especies. En una cuarta entrega exploraremos: cómo la exposición de poblaciones naturales a especies exóticas o domésticas trae aparejado un flujo de patógenos que puede tener un impacto substancial en la dinámica poblacional de especies con problemas de conservación, cómo las actividades humanas también determinan exposición a agentes tóxicos, con efectos conspicuos o invisibles, cómo las especies silvestres exóticas (principalmente las invasoras) son fuentes de patógenos de potencial impacto en especies nativas, y cómo situaciones que puedan causar un empobrecimiento de la condición de gran proporción de los individuos de una población (ej. estrés, destrucción de hábitat, contaminación, cambio climático, etc.), tendrían el potencial de predisponer a la población a mayor prevalencia y severidad de infecciones/infestaciones normalmente toleradas, determinando círculos viciosos que terminarían produciendo la declinación poblacional.

Definiciones

Como en toda nueva actividad o rama de una disciplina que crece desordenadamente, existe actualmente una gran confusión y una notable ambigüedad con respecto al léxico utilizado por los veterinarios cuando se refieren a animales silvestres. Con ánimos de unificar criterios, se proponen las siguientes definiciones para los términos de uso frecuente:

Animal: coloquialmente se utiliza el término para referirse a vertebrados no-humanos, pero el veterinario debe ser conciente de que un animal es todo organismo perteneciente al Reino Animmalia. La ciencia que estudia a los animales es la Zoología.

Animal doméstico: es aquel animal perteneciente a una especie desarrollada por selección artificial a partir de individuos de una especie silvestre. Los únicos ejemplos de animales domésticos de origen sudamericano son las llamas y las alpacas, que fueron domesticadas por los Incas a partir de los guanacos y las vicuñas, respectivamente.

Animal silvestre: es aquel animal perteneciente a una especie resultante de la selección natural; es decir, producto de la evolución.

Animal asilvestrado: es aquel animal perteneciente a una especie doméstica que escapó al dominio del hombre, y que se reproduce en la naturaleza fuera del control humano (ej. chanchos salvajes, caballos salvajes, etc.).

Biodiversidad: es la variedad de vida en todos los niveles de organización biológica (ecosistemas, especies, poblaciones, genes).

Conservación: es la acción que supone implementar medidas para evitar la pérdida de biodiversidad. A diferencia de la protección, que implica la no utilización de un recurso, la conservación admite el uso racional de los recursos naturales. La conservación es amparada por una disciplina de crisis denominada Biología de Conservación, en la que las ciencias veterinarias tienen un rol preponderante (Beldomenico et al. 2001). Cabe resaltar que si bien existe la conservación ex situ (aquella que reproduce y preserva animales en cautiverio) y es un elemento complementario importante de la conservación in situ, la tenencia de un individuo silvestre en un domicilio no constituye medida de conservación alguna, ya que ese individuo se encuentra ecológicamente muerto, debido a que no puede cumplir su rol en el ecosistema y expresar lo que dicta su genoma.

Domesticación: es el método por el cual una población de animales o plantas, mediante un proceso de selección artificial, se adapta al abastecimiento y control humano. El producto final de la domesticación supone el logro de una especie fenotípicamente diferente a la original (ej. lobo vs. perro).

Ecológico: relativo a la Ecología, ciencia que estudia las interacciones que determinan la abundancia y distribución de los organismos vivos (Begon et al. 2006). Actualmente se ha bastardeado el término en gran medida. Al público, por ende, le resulta difícil discernir el verdadero significado y termina vinculándolo con aspectos éticos del bienestar animal. Para ilustrar este malentendido sirva el siguiente ejemplo: para el mantenimiento del equilibrio ecológico de gran parte de los ecosistemas de la Patagonia resultaría indispensable erradicar al castor, una especie introducida que se ha estado propagando sin control desde mediados del siglo pasado. Sin embargo, organismos defensores de los derechos de los animales (ej. sociedades protectoras de animales) por lo general se oponen a la eliminación de especies invasoras.

Fauna: conjunto de especies animales que habitan en una región geográfica. A menudo se asocia el término con ‘silvestre’ o ‘salvaje’, pero esta es una aclaración redundante, ya que por definición la fauna es silvestre o salvaje. Puede no resultar redundante, sin embargo, aclarar que se trata fauna autóctona, ya que se acepta la clasificación de fauna exótica (abajo).

Fauna exótica: compuesta por especies que no pertenecen naturalmente al ambiente que habitan. También conocida como ‘fauna contaminante’. Estas especies foráneas han sido incorporadas por acción voluntaria o involuntaria del hombre (ej. liebre, jabalí, trucha, castor, etc.). Estos invasores muchas veces constituyen una amenaza considerable para la fauna autóctona y/o la agricultura. En la clínica muchas veces se hace referencia a las mascotas no tradicionales como ‘exóticos’, más haciendo alusión a la connotación de ‘excéntricos’ que de foráneos. Como muchos animales de compañía no tradicionales son parte de la fauna autóctona (ej. la tortuga C. chilensis, o la cotorra Myiopsitta monachus), debería evitarse el uso del término ‘exóticos’ para referirse a mascotas poco comunes.

Referencias

Alexander, D. J. 2007. Summary of avian influenza activity in Europe, Asia, Africa, and Australasia, 2002-2006. Avian Diseases 51:161-166.

Apetrei, C., D. L. Robertson, and P. A. Marx. 2004. The history of SIVS and AIDS: epidemiology, phylogeny and biology of isolates from naturally SIV infected non-human primates (NHP) in Africa. Frontiers in Bioscience 9:225-254.

Begon M., C. R. Townsend, and J. L. Harper. 2006. Ecology: From Individuals to Ecosystems., 4th edition. Blackwell Publishing, Oxford.

Beldomenico, P. M. 2006. Medicina y animales silvestres: desafío para las ciencias veterinarias en el siglo XXI. Revista FAVE - Ciencias Veterinarias 5:7-20.

Beldomenico, P. M., S. Telfer, S. Gebert, L. Lukomski, M. Bennett, and M. Begon. 2008. Poor condition and infection: a vicious circle in natural populations. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences 275:1753-1759.

Beldomenico, P., L. Antoniazzi, G. Paggi, N. Acosta, M. Kiener, W. Sguerzo, R. Perasi, L. Camuz Ligios, L. Costas, A. Macedo, C. Bravo, I. Acosta, and P. Rejf. 2001. Roles de las Ciencias Veterinarias en la Biología de la Conservación. Revista de Medicina Veterinaria (Bs.As.). 82:112-116.

Chebez J. C. 1994. Los que se van. Especies argentinas en peligro. Albatros, Buenos Aires.

Childs, J. E. 2004. Zoonotic viruses of wildlife: hither from yon. Archives of Virology. Suppl 1-11.

Hudson, P. J., A. P. Dobson, and D. Newborn. 1998. Prevention of population cycles by parasite removal. Science 282:2256-2258.

Jones, K. E., N. G. Patel, M. A. Levy, A. Storeygard, D. Balk, J. L. Gittleman, and P. Daszak. 2008. Global trends in emerging infectious diseases. Nature 451:990-993.

Karesh, W. B., R. A. Cook, E. L. Bennett, and J. Newcomb. 2005. Wildlife trade and global disease emergence. Emerging Infectious Diseases 11:1000-1002.

Kruse, H., A. M. kirkemo, and K. Handeland. 2004. Wildlife as source of zoonotic infections. Emerging Infectious Diseases 10:2067-2072.

Li, W., Z. Shi, M. Yu, W. Ren, C. Smith, J. H. Epstein, H. Wang, G. Crameri, Z. Hu, H. Zhang, J. Zhang, J. McEachern, H. Field, P. Daszak, B. T. Eaton, S. Zhang, and L. F. Wang. 2005. Bats are natural reservoirs of SARS-like coronaviruses. Science 310:676-679.

Normile, D. 2006. Avian influenza. Evidence points to migratory birds in H5N1 spread. Science 311:1225.

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Van Borm, S., I. Thomas, G. Hanquet, B. Lambrecht, M. Boschmans, G. Dupont, M. Decaestecker, R. Snacken, and B. T. van den. 2005. Highly pathogenic H5N1 influenza virus in smuggled Thai eagles, Belgium. Emerging Infectious Diseases 11:702-705.

 

 



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