La difícil tarea de ser dirigente

La vida de cada uno de nosotros está plagada de abundantes matices, cada uno propio y único como lo somos los seres humanos. AUTOR: Baigorria, Héctor Rolando. Médico Veterinario. Colegio de Médicos Veterinarios de Entre Ríos.

Cada uno de nosotros va también programando su futuro a medida que transcurren los diferentes momentos de la vida, donde es normal que de niños pensemos qué haremos cuando seamos adolescentes; en la adolescencia ya hacemos planes para nuestra juventud y luego de esta etapa pensamos seriamente en la construcción de una profesión que nos permita formarnos y cumplir con todos nuestros objetivos.

Una vez cumplido el anhelo de tener un título profesional, debemos abocarnos a la dura tarea de prestar un servicio de calidad, acorde a las exigencias de la sociedad, pero fundamentalmente a lo que la ética exige. Para ello, nos obligamos a obtener nuestra matrícula en el Colegio Profesional respectivo y de esa forma comenzamos a andar por un camino que ciertamente nos acompañará hasta el fin de nuestros días.

La pregunta que nos hacemos es: ¿quiénes manejan esos Colegios Profesionales que nos otorgan la matrícula y que además velan por los intereses del conjunto?

Somos nosotros mismos, en nuestro caso los Veterinarios, los que hacemos esa tarea. Nadie más toma decisiones para la profesión que no sean las de un profesional de la materia, algo para lo que obviamente, no fuimos preparados. Hemos sido capacitados para aliviar el sufrimiento de los animales, proteger la Salud Pública y mejorar los índices productivos, entre otras tantas cosas, pero no para “dirigir” al resto de los colegas.

Para aquellos que nos toca esta sensible tarea, se nos plantea un interrogante fundamental: ¿alcanza con un buen desarrollo profesional para dirigir los destinos de la Institución o necesitamos de un mayor desarrollo personal para asumir este compromiso? La respuesta no es rápida ni sencilla ya que la responsabilidad que se debe asumir en el caso de la dirigencia profesional es muy grande y debe hacerse con total seriedad.

Ya mencionamos los términos “Desarrollo Profesional” y “Desarrollo Personal”, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de esto? El desarrollo profesional consiste en la acumulación de conocimientos, modelos y experiencias propias y relacionadas con el área específica de nuestra ciencia, pero considerando claramente que la única y sistemática recepción de este tipo de conocimientos no nos garantiza ni el diseño ni la ejecución de una buena gestión administrativa, y por supuesto, mucho menos de su éxito. Se necesita algo más que facilite los logros en materia de dirigencia. El desarrollo personal es básicamente la formación integral complementaria de lo profesional que está sustentada en el conocimiento, comprensión y el manejo de los principios, modelos y temas administrativos, como también de aquellos contenidos que realzan a una persona como tal, o sea, desde la ética y los valores.

De la conjunción de ambos desarrollos podemos llegar a transformar los conocimientos adquiridos en iniciativa, astucia, lógica y fundamentalmente en mucho compromiso con el objetivo que se pretende obtener.

La dura realidad es que, en muchos casos, al frente de las instituciones vemos con mucha frecuencia como los profesionales de las diferentes disciplinas que lideran las mismas, lo hacen con una manifiesta debilidad como administradores y como dirigentes.

El gran desafío consiste en tratar de maximizar los recursos respecto a lo poco o mucho que tenemos: allí se centra nuestra gran apuesta. Si logramos superar estos grandes obstáculos con éxito, seguramente llegaremos a obtener los perfiles gerenciales que queremos para nuestra dirigencia. Pero, ¿cuáles son los verdaderos perfiles que perseguimos?, porque a decir verdad, es difícil conformar “las demandas y las exigencias” de todos los colegas, ya que cada uno tiene por objetivo tratar de satisfacer “sus propias necesidades”, dejando de lado lo que necesitan los demás. Este es también otro gran desafío: ¿cómo complacer a todos?

Los grandes vaivenes económicos influyen también en lo que piensan y lo que ven los colegas de sus dirigentes institucionales, sobre todo en épocas en las cuales la oferta laboral no es abundante y se reclama enfáticamente al Colegio por soluciones rápidas y efectivas. Se da también que dentro de un marco de inestabilidad y desplazamiento de los profesionales por otro tipo de “mano de obra”, se espera de la dirigencia alguna “solución mágica” para cada uno de los reclamos.

La tarea más complicada para el directivo consiste en hacerle ver a sus colegas que en muchas situaciones  las soluciones esperadas escapan a los alcances de lo que humana y profesionalmente se puede hacer desde la institución y que muchas cuestiones obedecen a “decisiones políticas o de otra naturaleza” y dependen de otras personas que nada tienen que ver con la profesión. Lo anteriormente expuesto hace que la comprensión por parte del colega se haga más difícil, con el agravante que muchos de los “receptores” a los cuales van dirigidos los mensajes, tergiversan maliciosamente la información y le dan un tinte personal plagado de errores, haciendo también que el resto se confunda. Cuando se da esta lamentable mezcla, los mensajes no llegan y el objetivo final se pierde.

Es también importante destacar que existen distintos tipos de dirigentes, los que muchas veces son los responsables de las “malas interpretaciones” del resto. Aquellos que “sienten” la vocación de defender los intereses comunes de la profesión y que además tienen la propensión del servicio por los demás, merecen el mayor de los respetos y son los que verdaderamente aportan positivamente a la institución, independientemente de sus capacidades personales. No obstante tenemos también “dirigentes” que, en muchos casos, creen que tienen las soluciones mágicas y las recetas perfectas para dar respuesta a todos los problemas, pero al momento de entrar en funciones se dan cuenta que la realidad los supera, que las cosas no son como parecen y finalmente su participación en las instituciones es efímera, como también lo es la de los colegas que se “integran” al Colegio argumentando un falso “espíritu” de colaboración, pero simplemente lo hacen para solucionar o satisfacer “inquietudes personales”. Estas dos últimas versiones de “dirigentes” no le hacen nada bien al Colegio, todo lo contrario, pero parecen ser de las que más abundan.

O sea, los dirigentes, además de ser capaces o de intentar capacitarse, deben ser optimistas en las condiciones desfavorables, luchando por buscar opciones que dignifiquen nuestra profesión y que sepan aprovechar las oportunidades que se presentan a nuestro alrededor, aun estando inmersos en un entorno difícil.

Es por esto que tenemos la gran necesidad de perfeccionar y fortalecer nuestro perfil profesional que nos habilite para un desempeño general más participativo, coherente, serio  y que sea conforme con lo que necesitan nuestras instituciones y nuestros colegas.

Como ya se hizo mención, los profesionales somos los primeros candidatos para ocupar las posiciones de dirigencia en las instituciones que forman parte de la comunidad, pero es  importante destacar con un especial énfasis que formar parte de la dirigencia de cualquier institución no debe camuflarse con el simple hecho de poder poseer algún nombramiento en ese nivel y que otorgue una sensación de estatus diferente en la sociedad. Eso no sirve.

Si somos miembros de una dirigencia, sea ésta pública o privada, nos debemos convertir en verdaderos líderes, solventados por una adecuada preparación, donde nuestro desempeño incluya actos de decisión, compromiso y la preparación académica complementaria.

De esta forma seremos útiles y serios al momento de ejercer como “conductores de un grupo”.

Es importante resaltar que la capacidad de dirigencia es algo que deberíamos tener TODOS los profesionales, independientemente de la disciplina que se tratare, ya que es en la actualidad un instrumento necesario para subsistir y defender nuestros propios intereses.

Si hemos tenido las posibilidades, oportunidades y capacidades para obtener un título profesional, es esta una buena ocasión para mejorar aún más nuestro perfil profesional y capacitarnos para poder ofrecer nuestras habilidades al resto, aunque todo esto depende de nuestras inquietudes personales.

Con la formación académica estructurada usual que reciben los profesionales, es muy difícil poder obtener un perfil de dirigencia que la sociedad actual demanda. Bajo este panorama es inevitable que los profesionales se encuentren limitados en cuanto a la capacidad de identificación y análisis de aquellas necesidades que, como dirigentes, sirvan para satisfacer las demandas del resto, como ser las nuevas oportunidades laborales o la generación de ingresos para poder ofrecer más y mejores servicios.

Es por esto que es absolutamente necesario pensar cómo podemos fortalecer la disponibilidad de “buenos dirigentes”, sobre todo de aquellos que sientan el ejercicio dirigencial como un placer y no como una obligación, donde las acciones concretas que se puedan llevar a cabo generen una sensación personal de satisfacción por el beneficio producido.

No sirve la labor de aquellos que sólo integran listas electivas simplemente “para completarlas”; las listas electivas deben conformarse con profesionales que tengan la absoluta convicción de lo que significa ser un dirigente, aunque es sabido también que en la mayoría de los casos se aprende “sobre la marcha”, pero siempre y cuando exista buena voluntad y predisposición.

La comunidad espera y necesita todo esto y mucho más de los profesionales que han adquirido su nueva capacidad de dirigencia, y que estos nuevos líderes, por medio de sus capacidades creativas e innovadoras, ofrezcan propuestas generadoras de nuevas iniciativas que trasciendan los límites de la misma profesión, volcándose este beneficio a toda la sociedad, a una sociedad actual que requiere y exige por el conocimiento, donde ya no se habla de “mano de obra” sino fundamentalmente de “cerebro de obra”.

Un problema fundamental que enfrentan los dirigentes de las instituciones es que deben combatir dos cuestiones principales: la primera es la actual realidad en la que se encuentra inmersa la institución, cada día más compleja; y la segunda es la institución misma, la que para enfrentar a dicha complejidad se vuelve ella misma cada vez más compleja.

Nuestro Colegio es una institución en pleno aprendizaje; es aquella cuya idea fundamental se basa en que hay que aprender a ver la realidad con nuevos ojos y considerando que todos los dirigentes de nuestra organización son elementos valiosos y capaces de aportar mucho más de lo que comúnmente se piensa. Pero estos dirigentes tienen que ser capaces de comprometerse al cien por ciento con los objetivos de la institución, con la capacidad de tomar decisiones, de enriquecer la visión de la organización haciendo uso de la creatividad, pero con la total claridad de reconocer sus propias cualidades y limitaciones, aunque aprendiendo a crecer a partir de ellas.

Para que toda esta ecuación cierre, es trascendental que el resto de los “dirigidos” tengan absoluta confianza en lo que sus dirigentes hacen y que sus aportes sirvan para tomar decisiones correctivas y mejoradoras, pero no realizar sencillamente críticas innecesarias e improductivas hacia aquellos que tratan de mejorar la institución con sus actos.

Cuando todos los colegas comprendan que sus “circunstanciales dirigentes” están aprendiendo sobre esta nueva actividad en la que cada uno pone a disposición todo el potencial de sus capacidades, sobre todo la capacidad de poder comprender la complejidad del manejo institucional, del compromiso adquirido, de asumir responsabilidades, de buscar el permanente auto-crecimiento, de generar sinergias por medio del trabajo en equipo, podremos decir que comenzamos a andar por el camino correcto del crecimiento de nuestra organización.

Lo anteriormente expuesto es parte de un proceso gradual y debemos entenderlo así si es que queremos formar a futuro “buenos dirigentes”. No pretendemos que la formación nos entregue “súper-dirigentes”, pero sí profesionales que se encuentren en capacidad de identificar donde están los riesgos, las falencias y las oportunidades, como así también cómo se pueden enfrentar las distintas situaciones que se nos presentan día a día.

Todos debemos colaborar para que esto ocurra y esa colaboración debe estar basada en la necesidad de poder recuperar los valores morales y éticos que lentamente van desapareciendo y que debemos evitarlo.

Cuando todos los profesionales entiendan sobre la importancia y el verdadero esfuerzo que hace el dirigente dentro de la institución y que pueda ser respetado fundamentalmente por sus actos,      donde además se lo estimule a mejorar su propia superación, estaremos logrando un gran objetivo en beneficio de todos.

El camino del dirigente es difícil, pero no imposible. Simplemente debemos aprender a respetarlo.

 

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1 Comentarios

  1. Heber Lujan17/07/2013 - 09:51

    Muy buena nota "abre cabezas" para pensar seriamente en cómo queremos desarrollarnos en las funciones que nos competen a las que aspiramos llegar. Simplemente gracias x el aporte. atte.- Heber Lujan